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La "bankificación" de la economía estadounidense: empresas cotidianas que actúan como bancos

De programas de recompensas a deudas ocultas, un modelo que prioriza ganancias sobre consumidores y deja la regulación en el olvido

Por Patrick D'appollonio
Publicado el 08 de octubre del 2025
4 minutos de lectura • 721 palabras

La economía estadounidense se está transformando en un vasto banco corporativo, donde empresas cotidianas acumulan fortunas financieras a costa de sus clientes. Imagínense: Starbucks maneja casi 2 mil millones de dólares en fondos de su programa de recompensas, superando los depósitos de más del 85 por ciento de los bancos regulados en ese país. Mientras tanto, aerolíneas como Delta generan la mayoría de sus ganancias no de transportar pasajeros, sino de vender puntos de viajero frecuente a compañías de tarjetas de crédito, convirtiéndose en lo que algunos llaman “bancos voladores”. Esta tendencia, acuñada como “bankificación”, permite a las corporaciones operar como entidades financieras sin las restricciones habituales, lo que erosiona la productividad real de la economía. En esencia, el dinero genera más dinero, pero a menudo dejando a los consumidores expuestos a riesgos innecesarios.

T-Mobile y su programa de tarjeta de débito
En su tiempo, T-Mobile fue una de las primeras compañías en ofrecer un programa de tarjeta de débito con beneficios para sus clientes.

Las grandes compañías buscan ahora ingresos fáciles a través de servicios financieros integrados, un fenómeno impulsado por inversionistas de Silicon Valley bajo el nombre de “finanzas embebidas”. Por ejemplo, cadenas de supermercados ofrecen préstamos “compra ahora, paga después” en la caja, atrayendo a más del 40 por ciento de los estadounidenses a endeudarse por compras básicas como comestibles o atención médica. Estas opciones prometen conveniencia, pero ocultan comisiones altas y tasas de interés que pueden dispararse si hay retrasos en los pagos. En el sector salud, es común que durante una emergencia, el personal ofrezca planes de financiamiento diferido, lo que agrava la crisis de deudas médicas en un sistema donde millones carecen de cobertura integral. Esta bankificación no solo desdibuja las líneas entre comercio y finanzas, sino que prioriza la extracción de ganancias sobre el bienestar de las personas.

Tarjetas de crédito Delta Amex
Las aerolíneas ejemplifican cómo la bankificación distorsiona industrias enteras, priorizando el lucro financiero sobre el servicio al cliente. Delta, por instancia, obtuvo casi todos sus ingresos en 2023 de asociaciones con American Express, vendiendo millas que luego devalúan para maximizar beneficios, como se detalla en un análisis revelador sobre cómo las aerolíneas se han convertido en instituciones financieras con alas (en inglés). Los programas de lealtad suenan atractivos con promesas de vuelos gratis, pero en realidad, las empresas manipulan el valor de los puntos para reducir redenciones, frustrando a los viajeros y obligándolos a gastar más. Esta práctica no es aislada; en retail, más de la mitad de las grandes tiendas ofrecen tarjetas de crédito propias con tasas superiores al 30 por ciento anual, generando hasta el 14 por ciento de sus utilidades de fees y deudas acumuladas. Tales estrategias convierten a los consumidores en fuentes de ingresos pasivos, mientras la regulación se queda atrás.

La falta de supervisión en estas finanzas embebidas genera vulnerabilidades graves, como la ausencia de seguros para depósitos en apps de pago de gigantes tecnológicos. Plataformas como Venmo o Apple Pay manejan miles de millones sin la protección del FDIC, que en Estados Unidos cubre hasta 250.000 dólares por cuenta en bancos tradicionales para evitar pérdidas en crisis. Un colapso reciente de Synapse dejó a miles en riesgo de perder sus ahorros, ilustrando cómo estas “innovaciones” pueden evaporar dinero de la noche a la mañana. Además, estas empresas recolectan datos financieros para vigilancia masiva, permitiendo a compañías como Google o Amazon predecir y explotar hábitos de compra, lo que plantea riesgos de privacidad y discriminación. En un giro irónico, los bancos tradicionales ahora compiten invadiendo el territorio tech, pero el resultado es un ecosistema financiero inestable.

Históricamente, leyes como el Glass-Steagall Act de Estados Unidos separaron banca y comercio para prevenir riesgos sistémicos, pero la desregulación desde los 80 ha permitido que corporaciones eludan restricciones. Durante la administración Biden, reguladores intentaron frenar abusos en tarjetas médicas y préstamos “compra ahora, paga después”, pero el gobierno Trump ha revertido estas medidas, incluso reabriendo puertas a bancos industriales que contribuyeron a la crisis de 2008. Esto podría pavimentar el camino para una nueva recesión, con monopolios controlando el flujo de capital y excluyendo competidores o incluso a trabajadores disidentes. En salud, pacientes han sido inscritos en planes de deuda sin su pleno conocimiento, como en cirugías bajo anestesia, atrapándolos en intereses retroactivos que duplican facturas. Tales prácticas no solo perpetúan desigualdades, sino que amenazan la estabilidad económica general.

Fuente | Jacobin

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